jueves, 13 de abril de 2017

Ruta de los Pinares Llanos (Peguerinos, Ávila).

Estamos en plena Semana Santa disfrutando de un magnífico tiempo que, más bien, parece anunciar la llegada del próximo verano. Hoy, Jueves Santo, nos dirigimos a los Pinares Llanos de Peguerinos (Ávila) con Paula, Marisa, Juan y Lucía. 
Marisa ya nos conoce de otras rutas, y hoy viene acompañada de sus hijos Juan y Lucía. 
Juan no pierde detalle con los prismáticos, y Lucía parece disfrutar de las trepadas con las que nos abrimos paso hacia los Pinares Llanos.
Para Paula es también la primera vez que nos acompaña en una de nuestras aventuras. Aunque vive en Las Rozas, es natural de Huelva, una provincia que no tardaremos en explorar. 
Pronto comenzamos a observar algunos de los elementos botánicos más característicos de la Sierra de Guadarrama en ésta época del año, como los Narcisos Pálidos (Narcissus triandrus), planta bulbosa exclusiva de la Península Ibérica y del NO de Francia.
Junquillo Blanco o Narciso Pálido (Narcissus triandrus). 
Nos dirigimos en primer lugar al Mirador de la Naranjera, situado en la Cordal de Cuelgamuros. 
Se trata de un mirador natural que ofrece una excelente panorámica del Valle de Cuelgamuros, también conocido como el Valle de los Caídos.  
La Cruz de Los Caídos tiene una altura de 150 m. y está considerada como la cruz cristiana más alta del mundo, visible a más de 40 km. de distancia. 
Uno de los motivos por los que diseñamos esta ruta fue dar a conocer el Espacio Natural donde Mariano de Paz Graells, uno de los grandes naturalistas de la Historia de España, descubrió para la ciencia multitud de especies de nuestra fauna, principalmente insectos. Una de ellas fue precisamente esta pequeña Chicharra (Pycnogaster jugicola),  endemismo ibérico restringido al cuadrante noroccidental de la Península Ibérica.
Pycnogaster jugicola.
Nos adentramos de lleno en los Pinares Llanos, una de las masas forestales autóctonas de la Sierra de Guadarrama. Prueba de ello es la presencia abundante de esta planta, la Gayuba o Uva de Oso (Arctostaphylos uva-ursi), ericácea con propiedades medicinales, muy eficiente frente a cualquier tipo de afección urinaria. 
Gayuba (Arctostaphylos uva-ursi).
En esta misma zona fue donde Graells se encontró, en el año 1848, con una hermosa criatura, una mariposa que parecía salida de un cuento de Hadas. La bautizó como la "Mariposa Isabelina", en honor a su gran amiga la reina Isabel II.  
Mariposa Isabelina (Graellsia isabelae), fotografiada en Pinares Llanos. ©Miguel Varona. 
Hoy no vamos a ver a ninguna Isabelina, porque es una mariposa nocturna. Pero no descartamos de posibilidad de encontrarnos con alguna de ellas muerta, algo que en esta época del año comienza a ser relativamente fácil. 
Los Arrendajos (Garrulus glandarius) hacen acto de presencia, anunciando nuestra llegada con sus estridentes gritos de alarma. 
Poco a poco y superando obstáculos, llegamos al fondo del valle, donde el arroyo del Hornillo se transforma en río.
Nos vemos obligados a cruzar el río para poder seguir nuestro itinerario.  
Un itinerario que se dirige ahora hacia uno de los puntos calientes de la ruta: La Placa de la Mariposa Isabelina, un monumento a la Graellsia, emblema de la Sierra de Guadarrama. 
Este monumento es uno de los pocos en el mundo dedicados a un insecto. Pretende conmemorar el hallazgo histórico de Graells, un descubrimiento que no pasó desapercibido para la comunidad científica de la época. 
Lámina original con la que Graells describió a su especie.
Pero... ¿quién era Graells? Desconocido para muchos, fue uno de los grandes naturalistas de España. Mientras dirigía el Real Museo de Ciencias Naturales de Madrid, estableció su residencia en San Lorenzo de El Escorial, lugar donde hizo la mayor parte de sus aportaciones científicas. 
Mariano de Paz Graells.
Continuamos el itinerario rumbo al arroyo de Navalacuerda, que vierte sus aguas al embalse de La Aceña (Peguerinos). 
Allí se encuentran, perdidas en medio del monte, las Canteras de Navalacuerda, de gran importancia histórica. 
Aquí yacen cientos de grandes bloques de granito tallados en el siglo XVI con la intención de construir una gran canalización de agua para abastecer al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Algunos llegaron a utilizarse, pero la mayoría de ellos quedaron aquí olvidados para siempre. 
Canteras de Navalacuerda.
Ya solo nos queda coger las aguas del arroyo y subir ladera arriba hasta llegar al lugar donde dejamos el coche. 
Tras 9 km. de ruta, llegamos al final. Hemos intentado conjugar naturaleza e historia en un paraje singular que, seguro, no olvidarán nuestros aventureros de hoy. Muchas gracias y hasta la próxima.  

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