martes, 11 de abril de 2017

La Super Luna desde el Monte Abantos (Sierra de Guadarrama, Madrid).

Hoy 11 de abril la Luna Llena saldrá por el horizonte de Madrid hacia las nueve de la noche, momento en el que nos encontraremos en la cumbre del Monte Abantos, la gran montaña escurialense. 
El objetivo es realizar la Ascensión al Monte Abantos para disfrutar del esplendor de la Luna Llena, que sigue siendo Super Luna porque su tamaño es superior a lo normal. 
Nos acompañan Teresa (Madrid), Marisa (Barajas) y Cristina (Algete), que vienen a San Lorenzo de El Escorial con toda la predisposición a vivir una gran aventura en la montaña.
Optamos por realizar la ascensión directa por la Cresta del Abantos, un itinerario que exige el uso de las manos en varios tramos.
Cristina, que es bióloga, no pierde detalle a cada ser vivo que nos vamos encontrando durante la ascensión. Durante esta época del año, el Monte Abantos, al igual que la mayor parte de la Sierra de Guadarrama, está embellecido por la presencia del Narciso de Roca (Narcissus rupicola), endemismo ibérico especialmente abundante en el Sistema Central. 
Narciso de Roca (Narcissus rupicola).
También abunda el Jacinto Silvestre (Hyacinthoides non-scripta), una planta bulbosa que pertenece a la familia de las liliáceas. 
Jacinto Silvestre (izquierda) y Narciso de Roca (derecha).
Otra de las flores que nos ha sorprendido por su extraordinaria belleza es la Mosquitas Azules (Linaria elegans), endemismo ibérico presente en las regiones montañosas del centro y noroeste peninsular. 
Mosquitas Azules (Linaria elegans).
Avanza la tarde mientras las tres montañeras trepan con esmero por la roca con la vista puesta en el objetivo a alcanzar: La caseta del Telégrafo del Monte Abantos.  
Este itinerario nos permite descubrir algunas zonas muy interesantes, como unas paredes que parecen pintadas de un color amarillo intenso. Es responsable de esta peculiar coloración no es otro que el liquen Acarospora, el mismo liquen que colorea de amarillo los paredones silíceos de Despeñaperros, o los del Parque Nacional de Monfragüe. 
Acarospora oxytona.
Cristina se detiene para analizar algunas de las estructuras características de este liquen, con la ayuda de su lupa.
Estos farallones del Monte Abantos son frecuentados por varios tipos de pájaros, como el Avión Común (Delichon urbicum) y el Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros). Al Colirrojo pudimos verle con los prismáticos durante uno de los descansos. Antes, en el bosque, vimos también a una pareja de Arrendajos (Garrulus glandarius).
El ocaso se produce mientras realizamos las últimas trepadas de la cresta, que son precisamente las más exigentes en cuanto a esfuerzo físico y atención.  
Algunos pasos requieren realizar pequeños destrepes que ponen a prueba a nuestras habilidosas montañeras. 
Justo cuando se pone el sol alcanzamos el alto de la cresta, situado a unos 1.600 m. de altitud. En el fondo de el valle, comienza a escucharse el canto del Cárabo Común (Strix aluco), única rapaz nocturna residente en el Pinar de Abantos. 
La Caseta del Telégrafo ofrece una panorámica excepcional de la Sierra Oeste de Madrid, permitiendo divisar los Montes de Toledo y la Sierra de Gredos. 
Mientras nos ponemos la ropa de abrigo contemplamos cómo asoma la luna por el horizonte de Madrid.
La temperatura baja rápidamente y nos echamos a caminar hacia la cumbre del Monte Abantos, no sin antes tomar algunas instantáneas del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que pocas veces se muestra iluminado como hoy.
Mientras caminábamos hacia la cumbre vimos a una de las criaturas nocturnas de la montaña, este pequeño arácnido que recuerda mucho a las arañas. Se trata de un Opilión, un arácnido que se alimenta de pequeños invertebrados, totalmente inofensivo para nosotros. 
Opilión (Foto: Cristina Cerdeño). 
Tras una breve estancia en la cumbre, buscamos un lugar más resguardado donde poder disfrutar tranquilamente de la cena.
Con una sopa caliente y una pequeña hoguera hecha con sumo cuidado, entramos rápidamente en calor y disfrutamos de una fantástica cena bajo el influjo de la luna.
Tras la cena, iniciamos el descenso por el bosque tratando se encontrarnos con alguna de las criaturas nocturnas que lo habitan. Tan solo detectamos con los frontales unos ojos que nos miraban con curiosidad desde el interior de unos matorrales, probablemente de uno de los zorros que tienen aquí establecido su territorio. 

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